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Adagietto de Mahler

    Un viaje de la oscuridad a la luz

    El Adagietto que vamos a escuchar en el proyecto «Hacia un nuevo mundo» de COAM es el 4º movimiento de la 5ª sinfonía de Gustav Mahler (1860 – 1911), una obra estrenada en Colonia en 1904, pero que hasta poco antes de su muerte el compositor revisó una y otra vez.

    Mahler empezó a escrbir su quinta sinfonía durante la convalecencia de una grave enfermedad en el invierno de 1901, y terminó las partes fundamentales en 1902, al comienzo de su matrimonio con Alma Schindler, la Musa por antonomasia.

    Al contrario que en otras obras instrumentales en esta no introdujo texto ni voces y, sin embargo, hay un acuerdo unánime en atribuirle significado, particularmente al Adagietto del cuarto movimiento. Ese momento feliz de su vida en común, en la idílica “cabaña de composición” de Maiernigg en la que Gustav trabajaba y Alma copiaba y ordenaba sus partituras, ha dado pie para deducir que el Adagietto fue una declaración de amor sin palabras. Faltaban unos años para que Gustav Mahler buscara en Freud cura para el dolor que la infidelidad de Alma le había ocasionado.

    Ventana de la casa de Maiernigg en la que vivía G. Mahler cuando compuso su quinta sinfonía.
    Fuente Mahler Foundation

    No parece simple conjetura la sugestión de participar en un viaje de la oscuridad a la luz en el que laten la emoción ante la Naturaleza, el poder del amor, la inevitabilidad de la muerte y la imposibilidad de asir lo intangible. A pesar de la enorme dificultad que entrañan el análisis e interpretación de esta obra con sus infinitos matices y sutilezas, no puede comprenderse del todo si a la perfección técnica no se le añaden la pasión y el sentimiento.

    Mahler, un hombre dividido

    Mahler era un hombre dividido, un judío provinciano asentado en la Viena impregnada de existencialismo, ciudad cosmopolita pero sacudida por olas de antisemitismo cada vez más inquietantes; receptor del acervo musical germánico, aunque dispuesto a introducir en su obra temas hebreos, eslavos o chinos; seguidor de una tradición que se veía impelido a traicionar… Un innovador cuyas últimas palabras, en su agonía, fueron “Querido Mozart…”

    Después de Wagner no había vuelta atrás

    Wagner había emprendido un camino especulativo en el que la melodía se disuelve en efectos cromáticos, la tonalidad fluctúa y el clima orquestal impulsa la progresión de la obra. Después de Wagner no había vuelta atrás. Mahler llevó la música tonal al extremo de lo posible; después de él, es comprensible que la Segunda Escuela de Viena buscara salida en la atonalidad.

    Leonard Bernstein, re-descubridor de Mahler

    La 5ª Sinfonía fue acogida con frialdad por el público y los críticos, y tardó sesenta años en ser escuchada con interés. Leonard Bernstein fue el re-descubridor de un Mahler recordado más como director de orquesta que como compositor; en 1960 dedicó uno de sus memorables Conciertos para Jóvenes del Carnegie Hall de Nueva York a celebrar el centenario de Mahler y su paso por esa misma sala, medio siglo atrás, al frente de la orquesta.

    ¿Quién es Gustav Mahler?: Conciertos para jóvenes de L. Bernstein.

     Bernstein se propuso grabar su obra, y la pasión con la que lo hizo le dio nueva vida, hasta el punto de que:

    “después de Bernstein […] a todo el mundo le dio por pensar que si una orquesta era incapaz de interpretar a Mahler no era una verdadera orquesta.”

    Seiji Ozawa,

    Mahler, Mann, Visconti

    Pero para el Adagietto de la quinta Sinfonía de Mahler,, la popularidad llegaría por una vía inesperada. Un año después de la muerte del compositor, el novelista Thomas Mann, que lo conoció y lo admiraba, publicó La muerte en Venecia, una novela corta en la que cubría al protagonista, un escritor enfermo obsesionado por la belleza, con “la máscara de Mahler”.

    Escena final de la película «Muerte en Venecia»

    En 1971 el director italiano Luchino Visconti adaptó la novela de Mann utilizando como banda sonora y leitmotiv fragmentos del Adagietto de Mahler.

    Aunque Benjamin Britten estrenó en 1973 una ópera con el mismo título, en adelante la música de Mahler, la novela de Mann y la película de Visconti quedaron unidas en la memoria colectiva.

    Mahler, Mann, Bernstein, Visconti… Sucesivas capas de significado fraguan en ese espacio de interpretación que toda obra maestra genera en su entorno y que, apropiándose en parte de su naturaleza, va generando una obra colectiva.

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